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sábado, 25 de agosto de 2012

Qué fue de los cantautores


     Qué fue de los cantautores, pregunta Luis Pastor en una de sus canciones. Quedaron acaso en la Transición o siguen vigentes. Los tiempos que corren, por supuesto, les permiten su sitio en la música española, en la sociedad de las primas de riesgos, de los impuestos, del desempleo y de la mentira.
     La palabra despierta la conciencia de las personas, responde con descaro a la sumisión fomentada por la clase política. Inquieta a los gobernantes, a los empresarios rapaces, a las religiones, a los encantadores de serpientes. Es necesaria, imprescindible, esa palabra como arma contra este sistema que parece no funcionar y que intenta enmudecer las mentes, que elude responsabilidades y que culpa a los inocenes. La palabra es lo único que nos queda.
    Silvio, Paco, Ismael, Victor, Luis Eduardo, Patxi, Pablo... desempolvad el verbo si os dejan y cambiad este miserable mundo.

viernes, 3 de febrero de 2012

O no

     Si aplicamos lo comentado en la anterior entrada, la censura, no nos enteraremos de la mitad de las cosas que nuestros gobernantes y famosos hacen en las altas esferas. Gracias a la opinión popular, se puede presionar, por ejemplo, al poder judicial. ¿ Garzón? ¿Camps? Pues no, es cierto. Al final hacen lo que les da la gana. Con los indignados se manipuló los medios de comunicación al ver que era imposible esconder debajo de la alfombra tanta gente. Lo convierto en vagos y maleantes y proyecto la misma fuerza que lleva en su contra. No lo consiguieron del todo porque es tan obvio el asunto que por mucho maquillaje que le eches, huele a podrido. Eso sí, la causa principal de la crisis mundial son los 2500 euros por maternidad. Eso sin duda. No miremos a las multinacionales ni a los bancos, sino a las medicinas gratuitas a los pensionistas, a los funcionarios y a la economía sumergida de mi vecino el taxista.
     Me retracto y que opinen las personas en los comentarios a las noticias de prensa, aunque quede todo infectado de intereses oscuros, malsanos.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Crisis

     Hoy la crisis ha tocado a uno de los míos. Ha dejado de trabajar sencillamente porque alguien que ni siquiera conoce, ha decidido que el trabajo desempeñado es prescindible en estos momentos tan malos. Supongo que será por desconocimiento de la materia pero... en el paro. Eso sí, la promesa que pronto volverán a contar con él.
     Las puertas se cierran con llaves hasta una nueva partida presupuestaria. Nadie tocará nada. Todo quedará parado hasta el ansiado regreso. Parado.
     Estos tiempos están sirviendo para recuperar el sentido común. Ya quedan pocos que creen en el actual sistema. Son pocos los que creen en los políticos, en los mercados, en los resultados después de tanto esfuerzo. ¿ Toda la culpa la tuvo el derroche ? ¿ Sin derroche salimos a flote entonces ?
     Hoy le ha tocado a uno de los míos. Mañana podrá ser otro. La austeridad en el empleo es una contradicción que quieren convertir en verdad. ¿Sobran personas o falta capacidad de gestión ?
    Las grandes depresiones económicas me dan miedo porque la Historia nos enseña que todo vale. No todo vale ni siempre es mejor el camino más corto. Más que poner parches, se debe empezar a estudiar nuevos modelos económicos que se adapten a la sociedad y no al revés. Nunca en la Historia de la Humanidad hemos alcanzado este estado de bienestar. No debemos renunciar a él. Debemos buscar el camino para mantenerlo. Los recortes sociales y la destrucción de empleo no es el camino verdadero. Existen otros que quizás no interesen a los capitalistas pero ¿estamos en democracia ? ¿no deben los políticos velar por los intereses de la ciudadanía ?
     Hoy ha sido uno de los míos. Espero verlo pronto en su puesto de trabajo. Nadie ama su profesión como lo hace él.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Apatía

     Las noticias de la crisis pierden interés. Dejamos de hablar de economía, casi de política. Estamos en un estado inerte en el que sólo el despido de un colectivo nos despierta del letargo creándonos cierta angustia. Si no hay esperanzas, si no se ve ningún resultado de los esfuerzos de un pueblo, si se pierde la ilusión y se sospecha que aun no hemos llegado al fondo del abismo, nos refugiamos en la apatía. Quién cree a estas alturas que el nuevo presidente que salga el próximo veinte de noviembre, reestablezca el bienestar perdido.
     La falta de ilusión, el dolor establecido, el cansancio, los caprichos que escapan al sentido común, la incredulidad en los dirigentes... nos hace desconectar del mundo refugiándonos en la literatura, en el cine, en el deporte o en cualquier entretenimiento que nos haga evadirnos de la realidad.
     Este agotamiento me recuerda a los dramas que cada cierto tiempo nos televisan. Dónde quedaron las noticias de Irak y Afganistan, de la hambruna del África negra, de los desastres naturales de América o Asia y de la crisis nuclear de Japón. Nos aburre hasta nuestra propia desgracia. ¿ Será un mecanismo de defensa o, sencillamente, no interesa insistir en lo mismo ?