domingo, 2 de octubre de 2011

Los asientos de don Amancio

Hoy toca protesta.
     ¿ Por qué no hay asientos en las tiendas de ropas ? ¿ Tan difícil es sacrificar un tímido rincón y encajar un par de sofás ? Pues debe ser complicado.
     Ayer escribí una carta a Amancio Ortega desde su querido Zara sugiriéndole la colocación del susodicho mobiliario. Me encontraba cansado de perseguir a mi esposa por los pasillos formados por percheros y estanterías repletas de ropa de temporada. Yo buscaba un sofá, una silla, un simple banco de madera en donde descansar las posaderas y dar alivio a mis sufridas piernas, maltrechas de tanto ir y venir. Pues no, no había nada. Buscaba y buscaba y sólo encontraba otros maridos con la marca de la desesperación dibujada en la frente al mismo tiempo que no hallaban lo mismo que yo, un lugar donde poder descansar.
     Y, como no tenía otra cosa que hacer que seguir los pasos de mi mujer y aguantarle el bolso para que se probara alguna blusa, empecé a reflexionar sobre el asunto, para luego pedirle una hoja de reclamacionesa la sintética niña de la caja, único sistema de comunicación posible con la empresa, y así exponerle a don Amancio, las conclusiones obtenidas. Estas son.
     Si no hay asiento, los hombres persiguen a sus mujeres por la tienda. Conversación. Me queda bien, estupenda, cariño, anda ya, eso es que te quieres ir ya, qué va, mujer, si estoy aquí de puta madre, me pones nerviosa, si no hago nada, pues por eso mismo, pues me voy a...no sé, coño. La situación termina con la crispación de la compradora y su marcha acelerada hacia la salida con el vencedor marido tras sus pasos jurando y perjurando que nunca volverá a acompañar a su mujer a comprar ropa.
    Y digo yo. Si don Amancio ubicara dentro de sus cientos de metros de exposición textil un pequeño reducto para los maridos desesperados, unos butacones con unas cuantos periódicos y revistas, las mujeres comprarían con más tranquilidad sabiendo que los tienen allí al lado leyendo el Marca. Gastarían sin duda más dinero y don Amancio sería más rico y poderoso. La competencia no tardaría en imitarlo sabedores de los beneficios que produciría la nueva táctica comercial y hasta puede que saliéramos así de la crisis con tanta compra. Ikea lo lleva haciendo años con los niños. Por qué no ahora con los hombres.
 
      Don Amancio Ortega, por favor, aunque sea una sillita de playa.

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